Publicado en La Discusión de Chillán
Señor Director
El Editorial de la
Discusión del 23 de Junio se refiere a ciertas ideas que van sobre objetivos
deseables por todos, pero que, al exacerbarse, devienen en posturas contrarias
al progreso y desarrollo económico. Tal lo que ocurre con los ambientalistas
que rechazan en Ñuble proyectos energéticos, inmobiliarios, forestales, por más
de mil millones de dólares, debido a su “intransigencia ante cualesquier
alteración de la naturaleza; a un menosprecio hacia el crecimiento económico y
a los proyectos de desarrollo industrial; a una demonización de cualesquier
iniciativa que alimente un modelo productivo y suponga una alteración de la
naturaleza” Así el modelo que defienden varias agrupaciones ecologistas solo
puede ser adoptado por los millonarios que voluntariamente optan por una vida
alejada de las oportunidades que les entrega la modernidad y las comunidades
rurales aisladas que contra sus deseos viven sin atención de salud, sin
electricidad permanente, sin agua potable, sin caminos ni transporte. Al medio
está la mayor parte de la población que no puede llevar una vida idílica de
alto estándar cercana a la naturaleza y que está en fuga de la precariedad
rural.
Es estrictamente cierto
cuanto el editorial afirma. No obstante, pareciera necesario complementarlo
para que no se entienda que todos los empresarios actúan con respeto al medio
ambiente y con justicia ante los afectados por las grandes obras, que, a manera
de ejemplo, producen corriente eléctrica, maderas exportables o rascacielos en
las ciudades, porque conocemos realidades que son equivalentes o peores que las
que causan los ecologistas extremos. Sabemos que las concesiones eléctricas son
perpetuas pero las compensaciones son temporales y exiguas. No hay moral alguna
cuando se engaña a los campesinos para no indemnizarlos por el daño
irreversible de sus Centrales o tendidos eléctricos; no hay piedad con la
Patria ni con las generaciones venideras
cuando plantan pinos o eucaliptos en las tierras fértiles, ni hay
sentido humanitario alguno cuando construyen rascacielos con ignominia para los
desposeídos. Entonces, a enmendarse de ambos lados.
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