Ciudad sin ideas
Por Alejandro Witker V.
A la luz de decisiones de los últimos años es claro que no existe una idea de ciudad, campea la improvisación en la que aparece más interesante la parafernalia inaugural.
Las autoridades que dirigieron la reconstrucción de Chillán luego del terremoto de 1939, atinaron en el trazado de calles reservaron el espacio para amplias avenidas en Libertad, Gomero, Prat, Sargento Aldea y O’higgins; la prensa de la época recoge el debate sobre abrir de inmediato la doble vía Estación-Plaza de Armas o partir con una vía hasta la avenida Argentina. En ese marco se despejó espacio para un futuro ensanche de Arauco. Se pensó en edificios públicos integrados, Teatro Municipal, Casa de la Cultura, en fin; hubo una idea de la ciudad que se quería reconstruir.
Es cierto que no hubo visión para preservar restos de la vieja ciudad para un futuro museo; pero tal vez sea pedir demasiado en el marco cultural de ese tiempo.
A la luz de decisiones de los últimos años es claro que no existe una idea de ciudad, campea la improvisación en la que aparece más interesante la parafernalia inaugural.
Es curioso que desde el propio municipio se escuchen voces que plantean la necesidad de tener una idea de ciudad, es decir una Carta de Navegación, que oriente las decisiones hacia objetivos estratégicos. Pero la realidad es bien distinta: el paseo peatonal es un monumento a la indigencia cultural instalado en la “Capital Histórica y Cultural de Chile”.
Nos visitó un arquitecto mexicano amigo, motivado por “La Silla del Sol”: “vine a conocer tanta ponderación”, nos dijo. Al recorrer el Paseo Peatonal no podía creer lo que veía: un contraste total entre una obra sin identidad y la historia que había conocido en el libro: “Este diseño es asexuado, podría instalarse en cualquier ciudad del mundo, ¿Qué vinculación hay aquí con las tradiciones de Ñuble? No veo a Quinchamalí, a sus artesanos en madera y fierro, las huellas de sus hijos ilustres, todo carece de alma…”
Recordé al pintor Hernando León cuando comentaba las intervenciones “modernas” en Quinchamalí: “aquí no se ha respetado la historia, los edificios públicos son iguales a los que podrían encontrarse en cualquier pueblito, el colorido es absurdo…”
Con mi amigo arquitecto recorrimos el Parque Estero Las Toscas, aquí soltó una carcajada y agregó: “voy a tomar apuntes para conversar con mis alumnos sobre lo que no debe hacerse en un caso como éste. ¿Viene alguien a pasearse por este parque, tendrían que venir de a uno porque en pareja pueden tropezar y caerse al estero, una zambullida en esa inmundicia sería horrible…?”. Le conté que esta obra habría merecido observaciones del Colegio de Ingenieros y que las últimas lluvias movieron algunas rocas, observamos como entre las ranuras despuntan malezas y que el “espejo de agua” no resulta muy estimulante para contemplarlo.
Sobre el pueblito artesanal fue lapidario. Le conté que en Coquimbo se había instalado un espacio para los artesanos en una plaza concurrida con kioscos que simulaban el tren histórico del lugar. Me interrumpió para decirme: “Qué pasó con el Tren Chico a las Termas? ¿No podría haberse replicado la idea de Coquimbo y revivir ese tren cuya historia leí en tu libro?”. Al recorrer el mercado se detuvo para comentar: “¿Por qué no instalaron aquí el pueblito artesanal en una calle peatonal, en este lugar que lo veo como el corazón de la ciudad?”. Le fascinó la Catedral: “es una obra propia de su tiempo, una hermosura que no es menos que las hermosuras de las catedrales clásicas de otro tiempo. En México, dijo, la nueva Basílica de Guadalupe, incorporó estos nuevos aires históricos”. Sobre el “pueblito artesanal” instalado en la Plaza de Armas se limitó a decir: “pequeños negocios, no hay que confundir manualidades con artesanía…”La idea de ciudad es un tema recurrente entre los actores culturales que, después de echar maldiciones, arriban a una conclusión obvia: es inútil pedirle peras al olmo.
lunes, enero 22, 2007
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