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relevante, como el de las concesiones eléctricas a perpetuidad, repetido objeto
de nuestras prédicas en el desierto y, que, del mismo modo, no preocupa a
nuestra burocracia pensante, léase autoridades de gobierno, parlamentarios,
dirigentes gremiales y demás, es la plantación masiva de pinos y eucaliptus en
terrenos aptos para la agricultura, cuyo efecto devastador, sobre todo, el de
estos últimos, puede comprobarse con sólo visitar, en nuestra Provincia de
Ñuble, los lugares de los plantíos, que han secado todos los esteros adyacentes,
de existencia inmemorial, degradando irreversiblemente las tierras fértiles.
Sabemos – aunque no lo hayamos evaluado – el daño que a
nuestro País causa la sequía de varios años que nos afecta, los
mismos en que, grandes extensiones
rurales deben ser abastecidas de agua para la bebida, a un costo en esta
Región, de sesenta mil millones de pesos anuales, según informa la prensa local
y, en las cuales, paradojalmente, los profesionales
de la política, tienen sus cotos de caza, ofreciendo mejor atención
domiciliaria de los camiones aljibes, sin que haya pasado por sus singulares
mentes, otra idea que ésa, aparte de – reconozcámoslo – la
genialidad de regalar camisetas para los clubes deportivos o agasajar a sus
adeptos con asados de animales de
sospechosa aptitud culinaria, pero que
aseguran reelecciones también perpetuas.
Uno de los grandes problemas de Chile es y será el agua. Por
eso nos preguntamos en qué cabeza cabe
degradar las tierras cultivables con especies arbóreas que no servirán de nada en
alguna crisis alimentaria generalizada. Los países desarrollados protegen su
agricultura y no envilecen el medio ambiente. En Chile, nuestra burocracia abotargada,
nos lleva en esto, también a la deriva.
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