viernes, abril 25, 2014

A LA DERIVA (DOS).-



         Tema relevante, como el de las concesiones eléctricas a perpetuidad, repetido objeto de nuestras prédicas en el desierto y, que, del mismo modo, no preocupa a nuestra burocracia pensante, léase autoridades de gobierno, parlamentarios, dirigentes gremiales y demás, es la plantación masiva de pinos y eucaliptus en terrenos aptos para la agricultura, cuyo efecto devastador, sobre todo, el de estos últimos, puede comprobarse con sólo visitar, en nuestra Provincia de Ñuble, los lugares de los plantíos, que han secado todos los esteros adyacentes, de existencia inmemorial, degradando irreversiblemente las tierras fértiles.
         Sabemos – aunque no lo hayamos evaluado – el daño que a nuestro  País causa la  sequía de varios años que nos afecta, los mismos en que, grandes extensiones  rurales deben ser abastecidas de agua para la bebida, a un costo en esta Región, de sesenta mil millones de pesos anuales, según informa la prensa local y, en las cuales,  paradojalmente, los profesionales de la política, tienen sus cotos de caza, ofreciendo mejor atención domiciliaria de los camiones aljibes, sin que haya pasado por sus singulares mentes, otra idea que ésa, aparte de – reconozcámoslo    la genialidad de regalar camisetas para los clubes deportivos o agasajar a sus adeptos con  asados de animales de sospechosa aptitud culinaria,  pero que aseguran reelecciones también perpetuas.
         Uno de los grandes problemas de Chile es y será el agua. Por eso nos    preguntamos en qué cabeza cabe degradar las tierras cultivables con especies arbóreas que no servirán de nada en alguna crisis alimentaria generalizada. Los países desarrollados protegen su agricultura y no envilecen el medio ambiente. En Chile, nuestra burocracia abotargada, nos lleva en esto, también  a la deriva.

lunes, marzo 24, 2014

A LA DERIVA (Uno)



A LA DERIVA (Uno)

Los que tenemos una perspectiva en el tiempo, que arranca de ocuparse apasionadamente, a los siete años de edad, de la revolución española y luego de la segunda guerra mundial, cuando todavía leíamos sobre la primera, para seguidamente vivir  la guerra fría, con su cortina de hierro, el peligro atómico, el terrorismo, los genocidios, etc., etc. y aterrizar en el progreso que destruye el planeta, tarea en la que estamos todos empeñados, no podemos sino estar  intranquilos con los problemas que dejamos a nuestros hijos.
El tiempo ya nos acorrala y  reclama prisa para  todo lo que queremos decir o hacer  y la desesperanza nos acongoja, porque nunca hemos logrado reclutar a nadie para las causas que nos acucian, quizás no somos convincentes en absoluto o las consideran imposibles, frente a  la evidencia de que los bastiones del poder del dinero son inexpugnables. Entonces lo que nos queda es la filosofía de la derrota – que siempre vuelve a la carga – y la prédica en el desierto que es nuestra única tribuna.
Hemos denunciado en toda oportunidad que se nos ha dado, la inconveniencia de destruir la belleza de nuestro entorno, ríos y esteros con las centrales eléctricas de pasada, publicitadas ad nausean por los medios de prensa, como amigables con el medio ambiente y, hemos agregado, el hecho increíble de que se otorgan a perpetuidad. Pregunté, recientemente, el porqué de esta enajenación de soberanía, por correo electrónico individual, absolutamente a todos los parlamentarios y candidatos a la presidencia de la República y solamente recibí respuesta de tres de ellos: el senador  Eugenio Tuma, que me hizo saber su intento fallido de limitarlas a 25 años y, en un sentido semejante, el senador Hosain Sabag y el diputado Marcelo Díaz. De los demás, nada de nada, incluyendo al senador Horvath, líder de la oposición a la mega central HidroAysén.
  ¿Por qué, señoras y señores parlamentarios, ministros, autoridades en general, excelentísima señora Presidenta, ex presidentes, todos imperativamente de la elite del intelecto de nuestra patria, no les interesa este tema? ¿Por qué de algo tan relevante nadie se preocupa? O ¿Es que vamos simplemente a la deriva?
Amable lector, si Ud. Conoce algún parlamentario o autoridad de gobierno, pregúntele por estas concesiones perpetuas, pero prométame no maravillarse con la respuesta.